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Granada contemporánea. Comercio y comunicaciones.[editar | editar código]

Comercio.[editar | editar código]

La tradición comercial de Granada, que se remonta en los siglos a la época árabe, tuvo un triple carácter hasta el siglo XVIII: mercado local de abastecimiento de su población; mercado comarcal, cuyo principal radio era la Vega y las zonas aledañas; y mercado internacional a través de la seda y la artesanía.

La localización en el casco urbano de ese centro comercial ha variado poco con el tiempo. Hasta el siglo XIX tres calles principales formaban la divisoria de esa zona: Alcaicería-Zacatín-Mesones, en un conglomerado de pequeñas tiendas, apiñadas unas junto a otras. La evolución urbana decimonónica amplia­ría considerablemente ese perímetro, siendo causas fundamentales de ello la construcción de los mercados generales y la reforma de la plaza de Bibarrambla, por un lado, y por otro el cubrimiento del río Darro, que permitió convertir a la calle Reyes Católicos desde entonces, y sobre todo a partir de la apertura de la Gran Via, en el centro neurálgico de la ciudad.


Muy interesante resulta el estudio detenido de la Alcai­cería dentro de este núcleo, ya que, aunque mermada en su volumen, mantenía sus leyes, su estructura y sus instituciones. En época árabe las alcaicerías en general, y entre ellas la de Granada, se caracterizaban fundamentalmente por pertenecer al monarca y ser recintos de cons­trucción cerrada, con acceso por una o varias puertas que sólo se abrían a las horas de comercio. Estos lugares se dedicaban exclusivamente al almacenamiento y venta de los principales productos de lujo, que eran en consecuencia los más costosos. Al pasar Granada a poder de los Reyes Católicos, la estructura y funcionamiento de la Alcaicería varió muy poco, quedando por deseo expreso de los monarcas bajo la autoridad directa del alcaide de la Alhambra, quien a su vez era el encargado de nombrar a los alcaides de la Alcaicería, nombramiento que solía recaer en «gente noble y rica y lo han sido caballeros veinticuatros, para que la tengan en grande guarda de personas y perros valientes»". Su disposición interna también se mantendría intacta después de la conquista y, prácticamente, hasta 1843, fecha del famoso incendio que destruyó gran parte de su recinto, variándose en la reconstrucción sus dimensiones y planteamiento. Hasta entonces ocupaba Alcaicería unos 4.591 m2. Su calle más importante, la de los Sederos, dividía en dos al recinto, estando en una parte las lonjas o tiendas de comercio de sedas, y en la otra los oficios de jélicesa, la aduana y todas las oficinas.

Ambas partes se dividían en manzanas desiguales, estrechas y largas, con tiendas de poco fondo. La mayoría de las calles se cortaban a escuadra, con cierta regularidad, e incluso había algunas minúsculas plazoletas.


ª El jéliz era un oficio muy importante pues actuaba de intermediario entre los productores y el fisco. BIRRIEL SALCEDO,M.M. Chronica Nova 10, 1979, 123-139