Batallas y enfrentamientos fronterizos en la Alta Andalucía

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Autor: César Girón - Julio.21

Castillo de Moclín

Una zona con testimonios de presencia humana desde la Prehistona. que cobró un papel muy especial durante la última fase de la Reconquista. con Moclín y La Mota como bastiones más importantes

La ubicación del impresionante castillo de Moclín —castillo del Distrito—, eje central que disciplina toda la comarca conocida como de los Montes Occidentales o del Poniente granadino —Montefrío, Íllora y Moclín—, no es fruto del capricho. Su situación es estratégica para el control de lo que siempre, por una razón histórica u otra, fue zona de frontera y vía de comunicaciones entre el sureste peninsular y el interior, por los pasos de Puerto Lope y del río Velillos; una apertura en las sierras protectoras de la depresión de Granada que separan la Alta Andalucía del valle del Guadalquivir, por la ruta del Gollizno.


Al otro lado, la comarca de la Sierra Sur de Jaén, con tres municipios de fricción —Alcalá la Real, Frailes y Valdepeñas de Jaén—. En Alcalá, por oposición a la de Moclín, se yergue otra imponente fortaleza, la de la Mota. Ambas se vigilan; desde la una se divisa la otra; y ora aliadas, ora enemigas, conforman un panorama en el que se han escrito decisivas páginas de la historia de España.


Los parajes repartidos entre ambas comarcas limítrofes de Granada y Jaén fueron lugar de asentamiento y presencia humana constatada al menos desde el neolítico. Los muy numerosos e interesantes yacimientos arqueológicos que se localizan —dólmenes, necrópolis y pinturas rupestres—, lo evidencian.


Exponentes de esta presencia ancestral son los yacimientos del cortijo de la Hiedra Alta, de la cueva del Hornuelo de la Solana, los de las cuevas de la Araña, las Vercas y la del Torreón, oquedades y abrigos del neolítico, principalmente de la edad del bronce, donde existen interesantísimas manifestaciones de arte rupestre. También son de citar la cueva de la Zorrera de la Cañada Honda y el poblado neolítico de la Torre de Mingo Andrés, además de otros de prospección más reciente como la cueva de las Canteras y la Sima del Puerto. Sin embargo, es la cueva del Malalmuerzo, el considerado más importante de todos.


Con la llegada de los romanos surgieron diversas villas. Restos quedan en Tiena, Olivares y el cortijo de Bucor, y los asentamientos en los silos de Tózar, donde se localiza un cementerio visigodo que estuvo completamente abandonado hasta no hace mucho. Ya sabemos de la dificultosa presencia de los godos en esta zona peninsular, primero por la presencia de vándalos y posteriormente de bizantinos, considerándose por algunos estudios que fue este precisamente el borde y punto de fricción con estos.


Pero las comarcas del Poniente y de la Sierra Sur nunca fueron más tierra de frontera que durante la presencia del reino nazarí de Granada. Del momento, además de ambas fortalezas principales, Moclín y la Mota, quedan vigorosas y solitarias atalayas: Tózar, la Migo Andrés, la Porqueriza o la Solana, que servían para vigilancia y comunicación con la fortificación principal de la que eran apéndices avanzados, el castillo de Moclín, que no sería rendido hasta 1486 por los Reyes Católicos.


El castillo alcalaíno es considerado de época nazarí, señalando la historia que su iniciador fue, sin embargo, el tercer emir o rey granadino de la primera dinastía, la zirí, Badis ben Habuz.

Una terrible matanza[editar | editar código]

Se han cumplido 741 años del acaecimiento de la batalla de Moclín; terrible matanza ocurrida el 23 de junio de 1280 en la que se enfrentaron las tropas del sultán Muhammad II y las huestes y mesnadas comandadas por el Infante Sancho de Castilla, —Sancho IV tras la muerte de su padre—, Alfonso X el Sabio que fue realmente quien preparó en Badajoz y Córdoba el asalto a la vega granadina, con apoyo de las tropas santiaguistas al mando del maestre Gonzalo Ruiz de Girón, que moriría en el enfrentamiento. Bajo la atalaya de Migo Andrés, donde se ubica el cortijo de la Matanza, que recibe su nombre por tal suceso, tuvo lugar el enfrentamiento en el que en pocas horas murieron, según las fuentes, entre 2800 y 4000 caballeros y peones cristianos, por la depurada estrategia militar y la celada preparada por los musulmanes.


La batalla provocaría la detención de la reconquista, pujante desde las Navas de Tolosa (1212), y la conclusión del Tratado de Jaén, que posibilitaría la subsistencia del reino nazarí de Granada hasta su capitulación en 1492.