Eugenia de Montijo
Filiación y aspectos familiares[editar | editar código]
Nace en Granada el 5 de Mayo de 1826
Muere en Madrid el 11 de Julio de 1920
María Eugenia Ignacia Agustina de Palafox Portocarrero y Kirpatric nació en la calle Gracia nº 12, pero es conocida como Eugenia de Montijo porque ella prefirió usar el título de su padre Conde de Montijo y Conde de Teba.
El padre de Eugenia tenía fama de afrancesado porque respaldaba las políticas de Napoleón, por lo que quería una educación cosmopolita para sus dos hijas que empezaron sus estudios en Francia. Esta separación entristeció sobremanera a Eugenia que estaba muy unida a su padre.
En 1839, muere el Conde de Montijo, y su viuda regresa a Madrid para presentar a sus hijas en sociedad, para lo cual dieron un espléndido baile de máscaras en su palacio de la plaza del Ángel.
Su hermana Paca se casó con el Duque de Alba, y como la ambiciosa madre quería casar también a Eugenia con alguien de ese nivel, en 1853 Eugenia y su madre regresaron a Paris.
Situación política en Francia[editar | editar código]
En 1848 Luis Napoleón Bonaparte fue en un principio elegido por mayoría presidente de la II República. Y después de varios intentos, el 2 de diciembre de 1851 dio un golpe de Estado, disolvió el Parlamento y se autoproclamó “principepresidente”. Sólo un año después, con la aprobación del senado, se autoproclamó Emperador de los Franceses. Había comenzado el Segundo Imperio.
Boda[editar | editar código]
Dotada de una extraña belleza que se apartaba de los cánones usuales, Eugenia era extremadamente refinada, culta e inteligente. Por eso no es de extrañar que cuando el emperador la vió quedó prendado de ella, a pesar de la diferencia de edad. Y para entonces ella había descartado cualquier interés romántico al haber sufrido un par de desengaños amorosos, por lo que también le correspondió.
La boda se celebró en Notre Dame el 26 de enero de 1853. Fue uno de los mayores acontecimientos de la época, con lo que Francia volvía al grandeur en el concierto político europeo.
Desde el principio Eugenia se esforzó en no ser solamente un elemento decorativo al lado de su marido, así sólo aceptó los 600.000 francos como regalo de boda del Ayuntamiento de París si se destinaban a la fundación de una institución de caridad. Esta sería la primera de las muchas que nacerían en sus años de reinado.
Actividades políticas[editar | editar código]
Para dedicarse a la política Eugenia contaba con el beneplácito de su marido, que la nombró regente en tres ocasiones en las que éste tuvo que alejarse del trono: en 1859, durante la campaña de Italia promovida por ella en defensa del Pontífice; en 1865, cuando el emperador viajó a Argelia, y en 1870, ya en las postrimerías del II Imperio, con la declaración de la guerra franco-prusiana; la causa de esta declaración fue la oposición del emperador y su esposa a que un príncipe prusiano ocupase el trono de España. Tras la derrota de Sedán, Eugenia junto a su hijo tuvo que abandonar Paris mientras en Francia se proclamaba la Republica.
Su actividad política no quedó ahí. Católica convencida, no dudó en apoyar a los partidos más conservadores, lo que le valió la enemistad de buena parte de los sectores políticos.
En 1861 abogó por la intervención francesa en México, que concluyó con la invasión de dicho país y la coronación como emperador de Maximiliano I
En 1869 asistió a la inauguración del canal de Suez, obra de ingeniería de la que había sido gran promotora para demostrar el liderazgo francés en el escenario político mundial.
Declive del imperio y desenlace[editar | editar código]
Pronto se olvidó su labor social como fundadora de asilos, orfanatos y hospitales, su protección a la labor investigadora de Louis Pasteur, su implicación en la construcción del Canal de Suez, y otras muchas, y los políticos y el pueblo achacaron el declive del imperio a “la española”, como despectivamente la llamaban al considerarla frívola y distante.
Como ya se ha dicho, en 1870, la derrota francesa en Sedán en el transcurso de la guerra franco-prusiana fue la gota que colmó el vaso. Con Napoleón III prisionero tras la batalla y la proclamación de la III República Francesa, la emperatriz y su hijo tuvieron que huir a Inglaterra.
Allí se les unió el emperador al ser liberado en 1871, y murió en 1873. La emperatriz se dedicó a la educación de su hijo con la intención de que recuperara el imperio, pero el príncipe murió unos años después en una acción de guerra en Sudáfrica.
Desde entonces la emperatriz estuvo viviendo entre Inglaterra y Madrid, donde iba a visitar a su sobrino el Duque de Alba en cuya casa murió en uno de esos viajes el 1 de julio de 1920. Sus restos fueron enviados a Inglaterra para reposar en Farnborough junto a los de su esposo e hijo.