Angel Ganivet García
Filiación[editar | editar código]
Nació en Granada el 13 de diciembre de 1865
Murió en Riga el 29 de noviembre de 1898, a los 32 años.
Estudió Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Granada
Diplomático, escritor, sociólogo, periodista y poeta
Actividad profesional[editar | editar código]
Su inclinación hacia la literatura lo acerca al mundo intelectual de Madrid y especialmente al autor Miguel de Unamuno con quien entabla una relación de amistad.
Fue un destacado intelectual español que a pesar de su corta existencia supo dejar su huella en la literatura y la cultura de su patria, porque Ganivet está considerado como un adelantado, como uno de los que le abrió paso a lo que se conocería tiempo después como Generación del 98.
Esta denominación se les atribuye a aquellos autores españoles que como consecuencia de la derrota de su patria en la guerra que la enfrentó con Estados Unidos y que culminó con la pérdida de varios territorios, no fueron ajenos a la marcada crisis social y política que afectó a su país por aquellos años y toda esa desazón sería volcada en diversas obras literarias de la época.
En tanto, la obra Idearium Español en la cual Ganivet da cuenta de una España dolida, resulta ser el mejor exponente de la pertenencia del autor a esta corriente.
En el año 1892 inicia formalmente su incursión en la diplomacia al ser designado vicecónsul en la ciudad belga de Amberes.
Tres años después avanza en la carrera diplomática y es nombrado cónsul en Helsinki.
Cabe destacar que en los dos destinos mencionados, Ganivet, profundiza en su inclinación por la escritura y la cultura.
Actividades o declaraciones políticas[editar | editar código]
En 1898,
"Yo que soy andaluz, declaro que Andalucía políticamente no es nada, y que al formarse las regiones habría que reconocer dos Andalucías: la alta y la baja; el mismo Pi y Margall, en Las Nacionalidades, las admite".
Obras[editar | editar código]
Su obra más importante es Idearium español (1899), un intento de interpretación histórica de España y el bosquejo de un análisis sobre las causas de su decadencia.
Del resto de su producción, en buena parte editada póstumamente, cabe destacar
Granada la bella (1896)
El defensor de Granada (1896-1897)
La conquista del reino de Maya por el último conquistador español Pío Cid (1897)
Los trabajos del infatigable creador Pío Cid (1898)
Cartas finlandesas (1899)
Epistolario (1904)
El drama en verso. El escultor de su alma. Drama místico (1904).
Hombres del norte (1905)
El porvenir de España (1905)
Sus obras completas fueron publicadas en 1943.
Citas atribuidas[editar | editar código]
- «Coge el día presente y fíate lo menos posible del ma
- «El arte del gobernante consiste en hacer el bien personalmente y el mal por segunda mano».
- «El placer que acompaña al trabajo pone en olvido a la fatiga».
- «El hombre no debe seguir ciegamente un derrotero fijo».
- «En presencia de la ruina espiritual de España hay que ponerse una piedra en el sitio donde está el corazón y hay que arrojar aunque sea un millón de españoles a los lobos, si no queremos arrojarnos todos a los puercos».
- «El hombre es el más misterioso y el más desconcertante de los objetos descubiertos por la ciencia».
- «En todas las cosas de la vida se puede encontrar placer, si se sabe saborearlas».
- «La conciencia es como un vaso, si no está limpio ensuciará todo lo que se eche en él».
- «La fortuna es como un vestido: muy holgado nos embaraza, muy estrecho nos oprime».
- «La prosa da una idea pobre; pero el verso da una idea inexacta».
- «La sinceridad no obliga a decirlo todo, sino a que lo que se dice sea lo que se piensa».
- «Más vale un minuto de vida franca y sincera que cien años de hipocresía».
- «Nadie nace libre de vicios. El hombre más perfecto es el que tiene menos».
- «Quien vive con más desahogo no es el que tiene más, sino el que administra bien lo mucho o poco que tiene».
- «Una pintura es un poema sin palabras»
Párrafo del Libro Granada la Bella, cap. 8, al final[editar | editar código]
Si Granada consagra todas sus fuerzas a la restauración de la vida comunal, no sólo prestaría un servicio al país y obtendría bienes materiales, sino que, al calor de esa nueva vida, brotaría su renacimiento artístico. Una ciudad que tiene vida propia tiene arte propio, como lo tuvieron las ciudades de Grecia, Italia o los Países Bajos; y si nuestras municipalidades no conocieron un grado tal de florecimiento, fue porque España se constituyó en nacionalidad, mientras Italia y los Países Bajos continuaban en agrupaciones diversas, dominadas hoy por unos, mañana por otros, y siendo en realidad más libres que sus dominadores. El verdadero progreso político está en conservar las nacionalidades, y dentro de ellas las ciudades libres, como focos de fuerza material e ideal. Y luego los resultados no pararían ahí. Esas regiones que se pretende formar artificialmente con funciones políticas innecesarias se formarían de hecho cuando una ciudad ejerciera su natural atracción sobre otras que reconocieran voluntariamente su supremacía, y nuestra ciudad podría ser un gran centro intelectual, ya que no conviene que sea un pequeño centro político.